La luz de la tarde se reflecta amarilla en las paredes del atelier de Melisa Vazquez , sobre la calle Viamonte, en Recoleta. La diseñadora, de 30 años, posa cómoda sobre una mesa firme que se ubica en el centro del lugar, tiene las piernas abiertas y los brazos en alto, con el despojo de quien está liberado, y viste la ropa que ella misma diseñó y confeccionó para su marca, Emme Vazquez. La transparencia de su blusa deja entrever un top con un código de barras que le marca los pechos. Debajo se lee una frase: “Mi cuerpo no quiere tu opinión”.

En ese espacio, la joven se desenvuelve con una seguridad procaz y emana una sensualidad única. Es diseñadora de indumentaria, egresada de la UBA, y actriz. Su trabajo anterior en teatro y cine se intuye con solo verla posar para la cámara de LA NACION.

En los percheros del atelier, descansan sus otros diseños. Algunos de ellos fueron recientemente expuestos en París, durante el vernissage del “Primer libro de Diseñadores de Latinoamérica”, de la fotógrafa francesa Marie Daveréde.

Para ella, la ropa es un medio para expresar las problemáticas sociales que la interpelan. Como militante del feminismo e integrante del Colectivo de Actrices, la igualdad entre el hombre y la mujer es uno de sus temas recurrentes, pero también lo es la violencia y la desigualdad de clases.

Melisa Vazquez, diseñadora. Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Sánchez

Con sus propias contradicciones respecto de lo femenino y lo que significa que una prenda sea provocativa, la diseñadora crea y basa sus ideas en un fuerte bagaje teórico. Para Vazquez, el proceso artístico está compuesto por algo lúdico, al igual que cuando actúa, y dice que necesita del tono jocoso para sobrevivir a las inequidades del mundo. “Mi intención es mostrar lo que la sociedad oculta y jugar con esa tensión entre la denuncia y la ironía”.

Su ropa es protesta y busca llamar la atención para visibilizar. Entonces, dice Vazquez, se trata de un recurso, como el caso de la cantante chilena Mon Laferte en los premios Grammy Latinos cuando mostró sus tetas para denunciar la violencia en su país. “Mi búsqueda todo el tiempo es con la ironía: me pongo algo súper sexy, pero a la vez estoy protestando contra la cosificación. Porque yo me puedo poner nada o todo o lo que quiera porque es mi elección”, opina la joven, con una sonrisa amplia que no le impide mostrarse mordaz.

Melisa Vazquez, diseñadora. Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Sánchez

El código de barras, que ya es un símbolo en su marca, busca criticar la mercantilización del cuerpo de la mujer y su cosificación. “Va acompañado de una frase que demuestra lo contrario, que no somos objetos”, explica la diseñadora.

Dentro de la marca desarrolló una cápsula llamada Carnal, donde las prendas tienen una temática exclusivamente feminista. “Mirá cómo nos ponemos”, “Mujer bonita es la que lucha”, “Por nuestro propio placer” son algunas de las frases que aparecen en sus diseños.

Prenda de su cápsula Carnal. Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Sánchez

En Carnal, Vazquez combina la sastrería con materiales deportivos, toma un corset, pero reemplaza las ballenas por elásticos. Donde antes había opresión y rigidez, hoy hay flexibilidad y reflexión. “El concepto es amplio y tiene que ver con romper y reemplazar las estructuras de opresión con mensajes de liberación, es uno de los lemas de mi marca”, dice.

Una pollera larga roja lleva en un costado una transparencia osada de la cintura a los pies. Sobre el elástico de esta prenda reza la frase: “300 mujeres mueren por año por abortos clandestinos”. La joven emite mensajes solapados con la intensión de expresar aquello que no se muestra y cargarlo de sentido. Del otro lado hay que querer mirar, hacerse cargo. “Hay una tensión constante en mi marca, es algo súper insinuante y sexy para que prestes atención y leas esta problemática”.

Inspirada por Naomi Wolf, autora de El mito de la belleza y referente de la tercera ola feminista, Vazquez comparte la mirada de la escritora estadounidense y la cita en varias oportunidades para justificar sus ideas. “La libertad está en poder elegir. Que las mujeres que quieran ponerse un velo puedan usarlo y las que prefieran un escote también”, dice.

“Que la moda sirva como escapismo y que no sea una privación de libertad”, decía el diseñador de moda inglés Alexander McQueen. Vazquez también lo vive así y se pregunta: ¿por qué se le adjudica a una ropa ser provocativa? Recuerda de chica haber vestido despojada de la mirada ajena, como cuando usó un culote de encaje para ir a la playa solo porque le gustaba su textura. Esa soltura y originalidad continúa hoy tanto en su vida como en sus diseños.

Prendas de la colección Femme Bang, que busca criticar el uso de las armas
Crédito: Ignacio Sánchez

En su última colección de verano, Femme Bang -que fue presentada en París- la diseñadora buscó criticar la naturalización en el uso de las armas e ironizó el camuflado militar. Para ello tomó elementos del Pop Art, movimiento artístico que se destacó por la utilización de ciertos bienes de consumo de la época. “En las prendas uso tonos pasteles que están adjudicados a los infantes, busco cuestionar desde la simbología”.

Feminismo

Al momento de las fotos, se olvidó de ponerse en su muñeca el pañuelo verde, que milita por la legalización del aborto, por eso salta de la mesa para buscarlo y lo ata con fuerza cerca de su mano izquierda. “Lo meto siempre que puedo”, dice. En cada producción de fotos, en cada evento con Actrices Argentinas ella defiende esta causa con convicción.

Es feminista desde hace varios años, un camino que comenzó a recorrer cuando una de sus hermanas mayores la llevó por primera vez a un encuentro de mujeres. “Mi hermana me decía ‘no llores, no hay que llorar, hay que tener fuerza para cambiar el mundo'”, recuerda.

Melisa Vazquez, diseñadora. Fuente: LA NACION – Crédito: Ignacio Sánchez

En diciembre de 2018, cuando la actriz Thelma Fardin denunció penalmente por violación a Juan Darthés, el Colectivo de Actrices y referentes feministas lograron imponer la frase “Mirá cómo nos ponemos”, a modo de protesta contra el machismo. En esa oportunidad, Melisa Vazquez llevó adelante una acción solidaria que buscó recaudar fondos para mujeres en situación de vulnerabilidad sin recursos materiales. La diseñadora confeccionó una túnica con la frase insignia y las actrices acompañaron la iniciativa. “Me gustaría seguir haciendo campañas de ese estilo”, dice hoy.

Comercio justo

De su crianza en Monte Grande, partido de Ezeiza, en la zona sur del gran Buenos Aires, resalta los valores que le inculcaron sus padres tanto a ella como a sus hermanos: la solidaridad y la conciencia de clase.

Sus ojos solo se nublan al hablar de su abuela, quien fue modista de La Marina. Recuerda el placer que le causaba escuchar por horas el ruido de la máquina de coser y expresa la admiración que le provoca su oficio. “Mi abuela hacía la costura de ella, de su mamá y de su hermana. Es algo que a mí me marcó un montón, por eso valoro mucho el trabajo de las modistas”, dice.

Emme Vazquez tiene una estructura chica y una filosofía clara: el comercio justo. “Todos saben a cuánto se vende el producto final y hay una redistribución equitativa de la ganancia de acuerdo a las tareas”, dice. Trabaja con un equipo conformado 100% por mujeres y busca que todas salgan favorecidas en el intercambio. Confía plenamente en el valor que cada una de ellas le pone a su trabajo. Y lo sabe por su abuela. Levanta esa bandera, de alguna forma, para dignificarla.

“Mi activismo no va solo por el lado feminista sino por buscar la igualdad en todos los aspectos, que es algo que también estoy aprendiendo. Hay una cuestión de clase. Ocho personas tienen la riqueza de todo el resto del mundo. Lejos de deprimirme trato de pensar qué puedo hacer para cambiar eso”, cuenta.

Su marca, dice, está abierta para todo aquel que la quiera usar y tiene una amplia variedad de talles. Está buscando hacer sus propias producciones con cuerpos diversos y modelos de distintos géneros. Menciona el deseo de pensar sus producciones con una mirada eco-friendly y que sus colecciones no duren una sola temporada -slow fashion-. “Son muchos problemas, no es que uno no quiera, son muchas las cosas que uno tiene que mejorar”, se justifica. Pero sabe que todo lleva tiempo y trabajo.

La diseñadora quiere que su emprendimiento siga creciendo y se ilusiona al pensar en que “nadie sabe a dónde puede llegar”. De lo que está segura es de su sensibilidad social, aquello que mamó en sus orígenes, y de la conciencia de tener una perspectiva de género en todo aquello que lleve adelante. Al igual que el feminismo que, probablemente, seguirá presente en sus trabajos. “Mi marca es feminista porque yo lo soy, pero también puede ser un montón de otras cosas”, concluye Vazquez.

Por: María Pettinelli

https://www.lanacion.com.ar/lifestyle/emme-vazquez-protesta-feminismo-arte-disenos-joven-nid2319776